jueves, 2 de junio de 2011

LA QUIMICA DEL AMOR

Con este artículo pretendo ofrecer en un tono divertido y ameno una visión fundamentalmente química de algo tan sencillo como maravilloso que nos ocurre a todos alguna vez en la vida: ¡Enamorarnos!.
Los poetas nos han deleitado cantando al más maravilloso de los sentimientos desde todos los ángulos y con infinitos matices, pero los químicos también tenemos cosas que decir al respecto, quizás menos seductoras pero no por ello menos importantes.
¿Por qué nos enamoramos de una determinada persona y no de otra? Innumerables investigaciones psicológicas demuestran lo decisivo de los recuerdos infantiles -conscientes e inconscientes-. La llamada teoría de la correspondencia puede resumirse en la frase: "cada cual busca la pareja que cree merecer".
Parece ser que antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. El sexólogo John Money considera que los niños desarrollan esos mapas entre los 5 y 8 años de edad como resultado de asociaciones con miembros de su familia, con amigos, con experiencias y hechos fortuitos. Así pues antes de que el verdadero amor llame a nuestra puerta el sujeto ya ha elaborado los rasgos esenciales de la persona ideal a quien amar.
La química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos del enamoramiento.
Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).
Sus efectos se hacen notar al instante:
  • El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
  • La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
  • Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
  • Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.

EL MITO DEL AMOR Y SUS CONSECUENCIAS

  • Tardé una hora en conocerte y solo un día en enamorarme. Pero me llevará toda una vida lograr olvidarte


  • Te quiero no solo por como eres, sino por como soy yo cuando estoy contigo


  • Amame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite


  • Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando


  • Es el amor, no la razón, que es más fuerte que la muerte


  • Si Amas algo déjalo libre, si regresa es porque es tuyo, si no, nunca lo fue


  • El amor es como la guerra.  Es Fácil empezar, difícil parar

  • Me gustaría huir de ti. Pero si no vinieses corriendo a encontrarme, me moriría
  • EL AMOR Y SUS CONSECUENCIAS

    Mientras en muchos países los matrimonios son concertados previamente, en nuestras sociedades el soporte de una institución social básica, la familia, se fundamenta en el amor romántico. Este amor romántico, construcción socio-cultural propia de Occidente, ofrece a las personas un modelo de conducta amorosa, que cuando falla –y siempre falla- produce la frustración y el desengaño, y es uno de los factores de la violencia en las relaciones de pareja. Las mujeres son más propensas que los hombres a creer en este mito, y las que ‘aman demasiado’, es decir, las que buscan el amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles y agresivas, tienen más posibilidades de ser víctimas de la violencia y  de consentirla, porque esa relación es la que da sentido a su vida. Nuestro modelo social es el máximo legitimador de éstos y otros comportamientos y la violencia doméstica será el plato de todos los días si no somos capaces de cuestionarnos el tipo de sociedad que genera maltratadores. Pilar Sanpedro es psicóloga social.